Gastos e Ingresos, calidad de vida
Mientras realizaba mis compras en el supermercado, algo me vino a la mente y ha estado rondando en mis pensamientos en muchas de mis actividades diarias: la economía personal. Me encontré reflexionando sobre la relación entre los gastos e ingresos y los costos de vida de una persona promedio.
Una regla general en la administración del dinero es la fórmula del 50/30/20, que divide el presupuesto de la siguiente manera: un 50% para necesidades primarias y gastos fijos (arriendo, alimentación, transporte, salud), un 30% para deseos (ocio, entretenimiento, viajes, salidas, etc.) y un 20% para ahorro e inversión (imprevistos, proyectos, etc.). Sin embargo, estos porcentajes se pueden desglosar en categorías más pequeñas para lograr una administración más consciente y responsable de nuestras finanzas. Esto es lo ideal, pero me surge una pregunta: ¿es realmente aplicable a la vida cotidiana? Cada persona tiene su propio contexto y realidad, por lo que la fórmula no siempre se ajusta a todos.
¿Por qué no es aplicable?
El principal culpable es la inflación y la percepción de calidad de vida.
En cuanto a la inflación, los comerciantes y proveedores de servicios intentan mantener los precios estables para mantenerse competitivos, pero la inflación siempre termina ganando. Esto significa que nuestro dinero cada vez vale menos. Cuanto menos confiable sea un país en términos políticos y económicos, mayor será la inflación. No profundizaré en el tema de la inflación, pero con una simple calculadora de inflación se puede ver cómo, por ejemplo, en los últimos cinco años el valor de nuestro dinero ha disminuido considerablemente. Si no has visto un incremento del 50% en tus ingresos en ese mismo período, notarás que tu poder adquisitivo se ha visto reducido. (Puedes verificarlo usando una calculadora de inflación histórica, como la de Chile, disponible en Google).
El segundo factor es la percepción de calidad de vida. Aquí entra en juego la mentalidad y la creencia de que la calidad de vida se mide por la adquisición de bienes materiales. La verdadera calidad de vida, sin embargo, se encuentra en el acceso a servicios como salud, seguridad, educación, espacios públicos y recreación. La demanda por vivir en lugares más privilegiados aumenta los precios, y a medida que la gente desea acceder a estos servicios, también suben los costos de ocio y entretenimiento en esos lugares. Esta mentalidad nos lleva a gastar más simplemente por estar en un lugar considerado "privilegiado", lo que segmenta a la población por poder adquisitivo.
¿Cuál es la solución?
Dado que es poco probable que experimentemos un aumento de ingresos en el corto plazo, la única solución viable es reducir los gastos. Es un principio básico: si no hay un incremento en los ingresos, necesariamente debemos disminuir los gastos.
Otro enfoque que propongo es lo que llamo "la percepción de satisfacción". Esto implica elegir lugares, productos y servicios que nos proporcionen el mismo nivel de satisfacción, pero a un costo más bajo. Lo que algunos llaman "compra inteligente" se refiere a ser estratégicos al adquirir bienes y servicios, sin sacrificar nuestra calidad de vida.
La economía personal, en pequeña escala, es similar a la administración de una empresa. En una empresa, cada departamento tiene un presupuesto que debe manejar de manera eficiente. Si logramos acercarnos a ese modelo de administración, nuestra salud mental y felicidad aumentarán, pues tendremos un mayor control sobre nuestras finanzas y, por ende, sobre nuestra vida.

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